En el año 1819 Francisco de Goya adquiere una finca a orillas del río Manzanares conocida como la Quinta del Sordo. Allí, realizó lo que se conoce por el nombre de Pinturas negras, un conjunto de catorce pinturas, realizadas al óleo directamente aplicado sobre el enlucido de la pared, entre los años 1819 – 1823, sirviendo como decoración a dos estancias principales de la casa, distribuidas entre la parta baja y alta.
Hoy día podemos decir que las pinturas se conservan en buen estado gracias a Frédéric Émile d’Erlanger, un banquero francés, que en el año 1874 compra la casa, pero sobre todo al trabajo realizado por Salvador Martínez-Cubells, un restaurador del Museo del Prado por aquel entonces.
Su tarea consistió a instancias de Frédéric Émile en extraer las pinturas de las paredes con la técnica de la cera caliente y montarlas sobre lienzos, para de esa manera transportarlas hasta la Exposición Universal de París de 1878.
Sin embargo, parece ser que las pinturas no tuvieron mucho éxito, siendo el mismo Frédéric quien decidió devolverlas a España, donándolas como un regalo al Museo del Prado donde actualmente se encuentran desde el año 1881.
¿Por qué «Pinturas negras»?
Lo primero a tener en cuenta es saber que no fue Goya quien le dio el título de Pinturas negras a la serie, sino Antonio de Brugada, amigo del artista, encargado de catalogar las diferentes pinturas en el año 1828.
Lo segundo, y lo más lógico sería pensar que reciben ese nombre, porque quizás sea el color negro el que predomine, sin embargo, y a pesar de que en parte puede ser cierto, ya que los colores que predominan son oscuros, tenemos que decir que el trasfondo de las pinturas no reside en el colorido sino en el contenido.
Para ello hay que tener en cuenta varios factores, la crisis de su enfermedad, un estremecedor testimonio que también reflejó en otras de sus pinturas, cuando le fue diagnosticado que padecía de tifus; y la situación de inestabilidad en la que se encontraba España a partir de los turbulentos sucesos del Trienio Liberal. Ambos hechos hicieron que Goya formase todo un programa iconológico que alude a la proximidad de la muerte y a su interior psicológico.
Estudios radiográficos realizados posteriormente sobre las Pinturas negras han demostrado que fueron pintadas sobre otras de diversos motivos, que en ocasiones tapó, pero en otros los aprovechó, como el paisaje que aparece en el Duelo a garrotazos. Los rasgos estilísticos y la calidad de las pinturas hacen creer que también fueran obras del artista.
Por las fotografías realizadas por Laurent en 1864, también sabemos que las pinturas estuvieron enmarcadas con motivos clasicistas de cenefas, al igual, que las ventanas, puertas y friso del techo. Por lo que respecta a las paredes, estuvieron forradas con papel posiblemente procedente de la Real Fábrica de Papeles Pintados, promovida por Fernando VII. La parte inferior con motivos de hojas y frutos, y la superior con dibujos geométricos.
Ubicación de las Pinturas Negras
La serie se compone de las siguientes pinturas:
- Planta baja: al ser un espacio rectangular, los lados más largos estaban reservados para las pinturas de mayor tamaño, que, siguiendo la perspectiva del espectador, a la derecha se encontraba la Romería de San Isidro, y a la izquierda el Aquelarre, ambos flanqueados por unas pequeñas ventanas. Ya en los lados más cortos, al fondo y enfrentada a la puerta de acceso, una ventana, a su derecha Judith y Holofernes y a su izquierda Saturno devorando a su hijo. Por lo que respecta a la puerta de entrada, a la derecha nos encontramos con la pintura de Dos Viejos y la izquierda Una manola: doña Leocadia Zorrilla.
- Planta alta: De las mismas dimensiones que la anterior, se diferencia en tener una ventana en el centro de los paños más largos, de modo que, en vez de haber una pintura de gran formato, existían dos más pequeñas. A la derecha, nada más entrar, se encontraba Visión fantástica, y la Peregrinación a la fuente de San Isidro. A la izquierda, Las Parcas, y la más alejada Duelo a garrotazos. Ya en la pared del fondo, y a la derecha de la ventana, Dos mujeres y un hombre, y a la izquierda Hombres leyendo. En cuanto a la pared de la puerta de acceso, a su derecha, que nos encontramos con la pintura del Perro semihundido.
Por último, decir que, aunque no se sabe con exactitud, en algunas de las partes superiores de las puertas de entradas a las salas, estaría ubicada la pintura de Dos viejos comiendo sopa.
A continuación, le ofrecemos un breve recorrido con algunas de las obras seleccionadas de la producción del artista, para que entendáis mejor aquello que Goya quiso reflejar en sus pinturas.
El Aquelarre
Representa eso mismo, una reunión nocturna de viejas mujeres, de rostros atroces rodeando al supuesto diablo, representado como un macho cabrío. Parece ser el momento en el que ellas están invocando a Satanás para presentarle a una joven muchacha, que es la que aparece sentada en una silla a la derecha de la composición, con las manos en los manguitos. Podría ser esta pintura una buena imagen del bullicio de la mente del artista, con esas brujas, fantasmas y monstruos variados, recibiendo, sin embargo, por otro lado, la tranquilidad de la que fue en aquellos momentos su compañera sentimental, Leocadia Zorrilla, representada por esa joven de la derecha que anteriormente comentábamos.
Una manola: doña Leocadia Zorrilla
Diferente al resto de las composiciones, se puede decir que sea quizás una de las pinturas con un colorido algo más vivo. Leocadia Zorrilla o también conocida como Leocadia Weiss, era la amante de Francisco de Goya, pues ella estaba casada con Isidoro Weiss, el administrador de bienes del artista.
Aparece con el rostro triste, nostálgica, apoyada sobre lo que se piensa que podría ser la tumba del artista, por esa verja que aparece tras el montículo de tierra, dado que eso era lo que se solía colocar en los enterramientos. De modo que, con esta pintura, Goya quisiera eludir al reposo eterno, como una premonición de su muerte o quizás recordando las graves dolencias que tuvo en el año 1819 con su enfermedad, que a punto estuvo de acabar con su vida.
La Romería de San Isidro
Parece mentira que sea Goya quién esté detrás de esta pintura si lo comparamos con otra obra suya realizada 20 años antes, La Pradera de San Isidro, pues, aunque ambas representan el mismo tema, una visión de la romería hacia la ermita de San Isidro en Madrid, todo cambia, donde antes quiso reflejar una costumbre típica de un día festivo para los habitantes de la ciudad, proporcionado a su vez una vista fidedigna de la ciudad, ahora esa fiesta, no es más que una escena en la oscuridad de la noche, llena de personajes ebrios, cantando con rostros desencajados.
Perro semihundido
Es una pintura muy austera, lo que se ve no es más que la cabeza de un perro escondido o hundido, dirigiendo su mirada un tanto inquieta, como si estuviera sorprendido, como con miedo de estar viendo algo que se le está acercando pero que no logra ver, mostrando quizás de esta manera la incapacidad del ser humano para enfrentarse a su destino final.
En algunas reproducciones fotográficas realizadas por Jean Laurent entre los años 1863 – 1874, puede apreciarse parte de un leve paisaje al fondo, formado por una gran roca y unos supuestos pájaros a los que según las teorías afirman que mira el perro.
Sea así o no, lo cierto es que esta pintura, al igual que muchos otras realizadas por este gran maestro de la Historia del Arte, como lo es Francisco de Goya, ha servido como antecedente a otros artistas contemporáneos, siendo uno de los casos el de Antonio Saura con El perro de Goya.
- A los 11 años visité el Prado por primera vez y jamás volví a ser el mismo.
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