Los famosos Huevos de Fabergé, se han convertido en uno de los artículos más deseados y perseguidos por los coleccionistas más poderosos, y cuando nos referimos a poderosos, es porque por algunas de estas piezas se han llegado a pagar casi 24 millones de euros, cuando no, algunos se han incluso valorado hasta en 60 millones de dólares, por lo tanto, estamos hablando de verdaderos ejemplos de lujo y riqueza.
Ahora, bien, ¿qué son los huevos de Fabergé?, pues en realidad son huevos de Pascua. Como bien algunos sabrán, en los países de Europa del este, una de sus mayores fiestas religiosas, es el Domingo de Resurrección, y la tradición indica que, tras tres besos, se intercambien el regalo típico en esta época del año, el huevo de Pascua, que viene a simbolizar la vida eterna.
El nombre de los tan afamados huevos, se los debemos a Peter Carl Fabergé, un joyero ruso, que, tras años y años de trabajo constante, evolucionando, aprendiendo y desarrollando el oficio de su padre, le valió para ser galardonado y nombrado el joyero de la corte imperial rusa, lo que le ha llevado a convertirse en uno de los orfebres más destacados del mundo.
Y aunque es cierto que el trabajo de la decoración de los huevos de Pascua era ya un oficio muy antiguo en el país soviético, fue este señor, Peter Carl Fabergé, quién acabó transformando este trabajo, antes de piezas simples, sencillas y sin trasfondo, en auténticas joyas intemporales.
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Peter Carl Fabergé (1846 -1920)
La historia se remonta a 1842 cuando el joyero Gustav Fabergé decide montar su propia empresa, la Casa Joyería de Fabergé, en la ciudad de San Petersburgo. Ese mismo año se casa con Charlotte Jungshtedt, y fruto de esa unión nació quién sería el primero de sus dos hijos, Peter Carl Fabergé.
Peter, fue educado en una de las mejores escuelas de Rusia, y con tan solo 18 años, ya se embarcó en un tour por Europa, aprendiendo el oficio de su padre, pero con las invaluables destrezas de los mejores maestros del oro en Francia, Inglaterra y Alemania.
En 1868, regresa de nuevo a su ciudad natal, habiendo acumulado una gran variedad de ideas y técnicas dispuestas a llevarlas a cabo para diseñar sus propias joyas en el taller de su padre.
Dos años después, en 1870, Peter pasa a ser el responsable de la joyería con una notable reputación como diseñador, trabajando durante más de 10 años con todo tipo de piedras preciosas, semipreciosas y metales e inspirándose en diseños de los más diversos estilos artísticos europeos, como el renacentista, barroco, rococó, Art Nouveau, así como en obras de arte que contempló durante esos numerosos viajes por Europa.
En 1882, y tras una década de duro trabajo, fue galardonado con el reconocimiento de maestro joyero, después de haber sido elegida la Casa Fabergé, la encargada de restaurar algunas piezas de joyería del Museo Hermitage, invitándole a exponer algunas piezas realizadas por él.
Entre ellas, una copia de un antiguo brazalete de oro procedente de un tesoro de los Escitas (tribu de la Antigüedad clásica), llamó la atención del zar Alejandro III, y le gustó tanto su trabajo, que fue a partir de ese momento cuando Peter Carl Fabergé fue nombrado joyero oficial de la familia real.
El primer Huevo imperial de Fabergé
Al poco tiempo de estar trabajando Peter para el emperador ruso, este le encarga para la Pascua de 1883, la elaboración de un huevo para regalárselo a su mujer, la zarina, María Fedorovna.
De inmediato Peter se puso a trabajar en el que sería el primer huevo imperial de Pascua, y consistió en un huevo realizado en oro esmaltado de color blanco, en cuyo interior se hallaba otro más pequeño en oro, que a su vez contenía una gallina junto a una réplica en diamante de la corona y cadena imperial, hoy perdidas.
La emperatriz quedó tan encantada con su regalo, que, desde entonces, se puede decir que nació una tradición, pues el zar cada Pascua pedía que realizase uno nuevo, con la única condición de que en su interior hubiese una sorpresa. Cuando murió el emperador, su hijo, el zar Nicolás II continuó con esa costumbre, regalándole siempre uno a su madre, y a otro a su mujer.
En total Carl Fabergé realizó 69 huevos de Pascua entre los años 1885 -1917, entre esos, 50 fueron para la corte imperial rusa, y el resto, 19, para algunos clientes privados de la élite industrial y financiera, así como familias aristocráticas más importantes, como la familia Rothschild, el príncipe Felix Yusupov o la duquesa de Marlborough.
Muchos de los huevos imperiales, recreaban acontecimientos conmemorativos, como la terminación del ferrocarril Transiberiano o las coronaciones del zar y las zarinas, guardando en su interior pequeñas recreaciones de la catedral de Uspensky, el yate imperial Standart o el palacio de Gátchina, por citar algunos ejemplos.
Actualmente de los 69 huevos realizados, solo se conservan 61, encontrándose la mayoría en las principales instituciones museísticas, en fundaciones caritativas y coleccionistas privados, como es el caso de el oligarca Viktor Vekselberg, el resto se consideran perdidos.
Verdaderas obras de arte
Metales como el oro, la plata, o el platino, piedras preciosas tales como zafiros, rubíes, esmeraldas o diamantes y técnicas como el guilloché o el cabujón, fueron a menudas utilizadas para elaborar los Huevos de Fabergé. A continuación, le mostramos algunos ejemplos:
Huevo de la coronación imperial (1897)
Fue el huevo que el zar Nicolás II regaló a su mujer, la emperatriz Alexandra Fedorovna, con motivo de su coronación como zarina. Está realizado con esmalte de oro y diamantes engastados que forman el escudo del águila imperial. En su interior, una réplica también en oro del carruaje imperial con el que realizaron la entrada a la ciudad de Moscú.
Huevo de los lirios del valle (1898)
Este es uno de los dos huevos que Fabergé elaboró al estilo Art Nouveau, que por aquel entonces estaba de moda. Fue otro regalo del zar Nicolás a su mujer, y en este caso el huevo esta realizado en esmalte rosa con perlas y diamantes en forma de lirios. Al presionar una de las perlas situadas en uno de los laterales, por la parte superior aparecen tres retratos pintados al óleo del zar juntos a sus dos hijas mayores.
Huevo del Cuco (1900)
De estilo barroco, fue un regalo del zar Nicolás a su madre. Realizado en esmalte en color azul – violáceo con un reloj en la parte superior. Este al igual que el anterior, al presionar un botón de oro, sale un cuco moviendo sus alas.
Huevo del Naranjo (1911)
Otro regalo a su madre. Se trata de una réplica del árbol del naranjo en esmalte verde, con frutas tropicales que son piedras preciosas, tales como amatistas, rubís y diamantes rosas. En este caso, al pulsar un botón, las hojas se levantan, suena música y un ruiseñor abre sus alas y el pico.
Hola¡ El artículo confunde lo que es la joyería con la orfebrería, cuando ambas están relacionadas pero no son lo mismo. Una joya es una pieza de valor para el adorno personal hecha con metales preciosos. Evidentemente este huevos no estaban hechos para ser colgados de una pulsera y mucho menos de un collar o anillo. Estos huevos son obras maestras de la orfebrería (empleando también otras técnicas como el esmaltado) , destinados al disfrute de su poseedor y conservados sin escatimar cuidados desde el principio, en alguna vitrina o lugar seguro porque vieron desde el primer momento lo excepcional de estas piezas de orfebrería.
Muy buena aportación Roberto!