El Museo del Prado inaugura la primera exposición antológica de Fortuny

Tras varios años estar sus obras ocultas en los almacenes debido a las reformas del Casón del Buen Retiro, ahora y reivindicando su propio espacio, el Museo del Prado inaugura la primera exposición antológica sobre Mariano Fortuny y Marsal (1838 – 1874), uno de los artistas españoles de mayor éxito y proyección internacional en el último tercio siglo XIX.

Como en otras exposiciones monográficas ya realizadas por el museo, se exhibirán una selección sobre las mejores aportaciones del artista, y es que Fortuny, pese a vivir tan solo 36 años, fue un auténtico renovador, y así lo ha demostrado en las diferentes facetas artísticas que cultivó, gracias a su originalidad, maestría en el tratamiento de la luz, precisión en el dibujo y colorida paleta.

Esto lo veremos reflejado en sus pinturas al óleo, pero también en sus aguafuertes, situándose entre los mejores grabadores españoles como Goya o Picasso, los dibujos, siendo más de 3.000 los catalogados, y por supuesto, las acuarelas, creadas con su mayor libertad.

Finalmente, su pasión coleccionista le llevó a que este lograse reunir un gran número de antigüedades y obras de arte, en su atelier de la Villa Martinori en Roma, hoy muchas de ellas figuran en destacados museos.

Todos estos aspectos, estarán presente en la gran antológica, incluida algunas de esas antigüedades, que podrán visitar desde el 21 de noviembre hasta el 18 de marzo de 2018, con un total de 169 piezas. Para ello, se ha contado con los propios fondos del Museo del Prado, y los prestamos realizados por más de 40 instituciones tanto públicas con privadas, entre ellas el Museo Nacional de Arte de Cataluña y el Museo Fortuny de Venecia.

Desde aquí, el blog de Arte&Subastas, invitamos a que se dejen cautivar por la magia de sus obras, muchas de ellas inéditas.

El viaje a África (1860 – 1862)

La exposición, comisariada por Javier Barón, jefe de Conservación de pintura del siglo XIX, ha sido estructurada en un recorrido por orden cronológico, de modo que, la muestra arranca con sus primeros trabajos realizados durante el periodo de formación en Roma (1858 -1861), dando muestras ya de sus conocimientos anatómicos con unos magníficos desnudos clásicos.

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Sin embargo, no será hasta su viaje al norte de África (1860 – 1862) cuando verdaderamente aflore su genialidad artística, y es que Fortuny, tuvo que viajar hasta Marruecos por un encargo de la Diputación de Barcelona, para que se documentase pictóricamente sobre la guerra hispano – marroquí, y como muestra de ello se presenta La Batalla de Wad – Ras.

Pero si hubo algo por lo que realmente se sintió atraído, no fue la guerra, que la vivió en sus propias carnes, sino por aquellas costumbres locales, por el descubrimiento de los espacios desnudos, y sobre todo por la luz tan brillante e intensa de África, lo que le produjo un cambio radical en su pintura.

Entre 1863 – 1868 Mariano Fortuny, estuvo entre España e Italia, donde continuó trabajando aquella temática orientalista y abordó, aunque ocasionalmente el tema del retrato, pues así se muestra en el museo con una pintura de Mirope Savati, la italiana casada con el secretario del duque de Riánsares.

Otros de los encargos recibidos durante estos años, fue el que recibió por parte de la reina María Cristina de Borbón, para que pintase un gran lienzo que decorase el techo de una de las salas de su residencia parisina, La Reina María Cristina pasando revista a las tropas. Se trata esta de una pintura adquirida por el Prado en 1894, y que ahora se muestra al público por primera vez en su posición original, como techo, permitiéndonos así una compresión más exacta.

26. La Reina María Cristina pasando revista a las tropas - El Museo del Prado inaugura la primera exposición antológica de Fortuny

Fortuny y su admiración por los grandes maestros

Ya hemos dicho que Fortuny fue una persona poliédrica, mostrando así su habilidad por varias técnicas artísticas, con la pintura al óleo, los dibujos, las acuarelas (en la exposición hay obras excepcionales como El fumador de opio, prestada por primera por el Hermitage), y por supuesto, no lo fue menos con el grabado.

A su temprana y esporádica labor de la litografía, allá por 1857, siguió ya en la década de los 60, con una excelente serie de aguafuertes que vino a constituir una de las cimas de su arte, ofreciéndonos su mejor versión del orientalismo en Europa y sacándole el máximo partido a los diferentes recursos de la técnica que había aprendido en las obras de Rembrandt, Ribera y Goya.

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En El anacoreta (1869), una de sus obras maestras, puede apreciarse la complejidad de este trabajo, a través no solo de la lámina de cobre, sino también de dos pruebas de estado y de una estampación realizada posteriormente por el hijo del artista.

Durante todos estos años, y a pesar de sus múltiples viajes, el Museo del Prado fue todo un referente en el estudio de la obra del pintor. Fortuny admiraba a Velázquez, el Greco, del que incluso llegó adquirir una obra suya, Ribera, pero sobre todo Goya, a todos ellos no solo se limitó a admirarlos, sino a estudiarlos y copiarlos.

De Velázquez, recreó total o parcialmente las pinturas de Marte o Las Lanzas, de Ribera su San Andrés y de Goya, de quién realizó el mayor número de copias, La Familia de Carlos IV y algunos de sus dibujos.

En alusión a ellas, tenemos que decir que todas las conservó en su estudio, y tras su muerte algunas salieron a la venta, alcanzando precios muy elevados en el mercado.

25. El Anacoreta de Fortuny - El Museo del Prado inaugura la primera exposición antológica de Fortuny

Un éxito internacional (1868 – 1870)

Mariano Fortuny, vivió poco, pero lo suficiente como para conocer el éxito, y todo gracias a su marchante, Adolphe Goupil, e importantes coleccionistas, como William H. Stewart.

En la exposición podrán verse muchos de sus grandes trabajos, como La elección de la modelo de la National Gallery de Washington; La Vicaría, un cuadro de costumbre ambientado en la época de Goya, del Museo Nacional de Arte de Cataluña, o el Pórtico de la Iglesia de San Ginés de Madrid de la Hispanic Society de Nueva York.

En muchas de estas obras supo recrear un mundo de belleza, con unos interiores arquitectónicos ricamente ornamentados, en los que la pintura se manifestaba a través de distintos homenajes a otros grandes artistas.

Tras su triunfo internacional, se marchó a Granada durante dos años (1870 – 1872), y si en Marruecos vivió el despertar de su pasión oriental, aquí mantuvo un intenso idilio, pues acabó enamorándose de esta ciudad, cuyo pasado islámico se respira en todos y cada uno de sus rincones, desde sus palacios nazaríes, sus calles, sus jardines… hasta en su gente.

Realizó obras de la más diversa complejidad, pintando escenas ambientadas en un pasado medieval islámico, renacentista o dieciochesco, combinándolo libremente con elementos que eran productos de su imaginación, evocando así un mundo maravilloso, y todo ello, en una de las etapas que el siempre consideró una de las más felices de su vida.

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De esta época, tenemos que destacar Carrera del Darro, una obra que el British Museum presta por primera vez y que tan solo ha estado expuesta en una ocasión en sus salas. A pesar de todo, y de ser prácticamente desconocida, se puede decir que es una de sus acuarelas más importantes y apreciadas del artista.

23. Mariano Fortuny La Vicaría - El Museo del Prado inaugura la primera exposición antológica de Fortuny

Los últimos años (1873 – 1874)

Y con la Carrera del Darro nos quedamos para hacer mención de esa actividad coleccionista de Fortuny, y es que en esta obra aparece representada la antigua Cancillería árabe, lugar donde el artista compró, en 1871, uno de los tesoros más apreciados de su colección, y que guardó hasta su muerte en su estudio romano, el conocido como “Azulejo Fortuny” (1408 – 1417), cedido por el Instituto Valencia de Don Juan de Madrid.

A este, se le suman una exquisita selección de otras piezas más, cuyo punto fuerte es el arte hispanomusulmán y el islámico, que promete ser otros de los grandes atractivos de esta exposición, entre ellos podrán verse, un arcón de bodas, un espejo veneciano, un tapiz, tejidos turcos, una máscara funeraria de Beethoven, y como curiosidad, decir que, su destreza le sirvió hasta para elaborar objetos de apariencia antigua, y que también se exponen, como una espada y una serie de cascos persas.

Ya en los últimos años de su vida, siguió trabajando en aquello que más le gustaba, los temas árabes, se instaló en Portici, cerca de Nápoles, donde también trabajó al aire libre, junto al mar, pintando el desnudo natural de los niños en la playa.

Al mismo tiempo, desarrolló otras orientaciones, ya con escenas de su intimidad familiar, inspiradas en la estética del Lejano Oriente, como su famoso óleo de Los Hijos del Pintor en el salón japonés.

El recorrido finaliza con su máscara funeraria y el vaciado de su mano, ambos realizados por el escultor catalán Jerónimo Suñol, y una foto de Théophile Gautier, de Mariano Fortuny en su lecho de muerte, el artista al que tan solo 36 años le fueron suficiente para convertirse en un genio.

 

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