Las divertidas y coloridas creaciones kitsch de la artista portuguesa Joana Vasconcelos convivieran estos días en el Guggenheim de Bilbao con la delicada y minimalista obra de Alberto Giacometti, a quien el museo le ha dedicado una completísima retrospectiva formada por más de dos centenares de esculturas, pinturas y dibujos del artista suizo.
Patrocinada por Iberdrola y organizada gracias a la colaboración de la Fundación Giacometti de Suiza y París, quienes atesoran gran parte del legado del artista: unas 400 esculturas, un centenar de pinturas, más de 3.000 dibujos y su archivo documental. Ambas se encargan de custodiar las obras, dar a conocer su legado, gestionar sus derechos y luchar contra las falsificaciones, pues son muchos los Giacometti falsos los que hay en el mercado.
Y es que Alberto Giacometti (1901 – 1966) es uno de los grandes artistas del siglo XX. Para empezar sus exposiciones se multiplican por todo el mundo, no hay museo que se le resista, ni el Prado, que le abrirá sus puertas en su bicentenario.
Además, los grandes coleccionistas se disputan sus trabajos. En 2010 “Hombre que camina” llegó a ser la obra más cara jamás subastada de la Historia con un precio de 75 millones de euros superando al mismísimo Picasso. Actualmente su récord lo tiene “Hombre que apunta con el dedo” vendido por 113 millones de euros.
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Esculturas filiformes
La exposición “Alberto Giacometti. Retrospectiva” que el Museo Guggenheim ofrece hasta el próximo 24 de febrero ha estado comisariada por Catherine Grenier, y en ella podrán encontrar todas sus obras maestras, incluso sus creaciones más famosas: las esculturas filiformes, en sus más diversos tamaños, desde la más pequeña, de tres centímetros, hasta las más monumentales.
El artista siempre mostró una gran inquietud acerca del espacio y la escala, es lo que él llamó una crisis de reducción. Lo explicaba así “trabajando del natural llegué hacer obras minúsculas de apenas tres centímetros. No lo entendía. Empezaba grande y acababa haciéndolo minúsculo. Más tarde lo comprendí: no se visualiza a una persona en su conjunto hasta que no te alejas. La distancia entre el modelo y yo tiende a aumentar sin más. Cuanto más me aproximo, más se aleja él. Juré después de la guerra que no dejaría que mis esculturas se redujesen ni una pulgada, y pasó esto: la altura la logré mantener, pero mis estatuas se quedaron muy delgadas, como una varilla, filiforme”.
El “Hombre que camina” es una de sus obras más célebres. Esta apareció en su inventario en 1947 cuando retomó un proyecto para el Chase Manhattan Bank de Nueva York. Constaba de tres figuras; la mujer inmóvil, hierática, una gran cabeza y el hombre caminando. A pesar de que nunca la llegó a realizar en su conjunto realizó varias versiones que ahora se exhiben en la muestra.
Obras surrealistas
En 1930 Giacometti se unía al surrealismo. De esta etapa se muestran joyas tales como “Objeto invisible” (una efigie que sostiene el vacío entre sus manos), y que se exhibe por primera vez tras su restauración, y “Bola suspendida” una escultura objeto que encandiló a Dalí.
Muy solicitado por las dos ramas del surrealismo, la disidente liderada por Bataille, y la ortodoxa por Breton, esta última acabó como el rosario de la aurora, pues se dice que en numerosas ocasiones Breton le acusó de hacer, más que esculturas, objetos decorativos para clientes de lujo, algo por lo que el artista suizo se molestó.
Frutos de esos desconciertos nació “Mujer degollada” presente también en la exposición, una especie de mantis religiosa que nace de la violencia, la angustia, la fantasía sexual y el erotismo, temas que tanto interesaron a los surrealistas.
Otras de las obras cumbres de la exposición es la presencia de “Mujeres de Venecia”, un conjunto de ocho esculturas en yeso que el artista realizó para la Bienal de Venecia de 1956, representando a Francia, su país de adopción.
Junto a esta son muchos los yesos los que también se muestran, como su celebérrimo “Gato”, rara vez prestado por su extrema fragilidad, sus “Jaulas”, sus dibujos a bolígrafos y las melancólicas piezas que realizó tras la muerte de su padre “Cabeza – cráneo” y “Cubo”.
Retratos
Tampoco faltan los retratos, en color tierra y grises, que acumulan tantas capas pictóricas que más que pinturas se asemejan a obras escultóricas. Este siempre solía escoger como modelos a gente de su entorno: Annette, su esposa; su hermano Diego (cuyo rostro dibujó, pintó y esculpió obsesivamente), sus amantes y sus amigos. A todos, los sometió a largas y tediosas horas posando.
Con Jean Genet mantuvo profundas conversaciones mientras la retrataba, y esta le correspondió con un precioso retrato literario que ella denominó “El taller de Alberto Giacometti”. Otros de sus modelos favoritos fue el filósofo japonés Isaku Yanaihara. Su grado de perfección era tal que la mayoría de las obras que realizó para este apenas logró terminarlas, incluso mucha de ellas acabó destruyéndolas.
Como artista figurativo, aunque siempre con un pie en la abstracción, mostró un enorme interés por las artes no occidentales mirando por África, Oceanía y el Antiguo Egipto, lugares que descubrió en sus frecuentes visitas al Museo Etnográfico del Trocadero en París. En el museo del Louvre hizo otro hallazgo: la escultura griega arcaica de las Cícladas, cuya visión particular está presente en esculturas como “Mujer cuchara” que viene a simbolizar la fertilidad.