Parece ser que los artistas están llamados para crear enigmas, y esto es lo que ha pasado con René Magritte, el pintor surrealista belga, cuyos cuadros se caracterizan por la creación de unas imágenes provocativas a la par que ingeniosas.
En sus pinturas, es muy habitual ver el juego de las duplicaciones, de representaciones dentro de representaciones, de ausencias o el de explorar los límites de la percepción, en definitiva, lo que viene siendo el surrealismo, con la preferencia del mundo de lo onírico, lo ilógico, donde la razón no puede dominar al subconsciente.
Sin embargo, él si que nos ha estado dominando, y durante más de 80 años, y es que en 1927 Magritte pinta una tela con dos mujeres desnudas, apoyadas sobre sendas columnas, exactamente iguales, una pintura a la que le dio por título “La pose enchantée” (La pose encantada), pues así apareció registrada en el catálogo razonado del artista, al ser expuesta en la galería L’Epoque de Bruselas, hasta que de repente, y por arte de magia, desapareció.
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En busca de la obra pérdida
Gracias a los diferentes estudios llevados a cabo por las distintas instituciones acerca de las obras de este pintor surrealista, poco a poco se ha ido desvelando el misterio mediante las nuevas técnicas de imagen que hoy contamos, como la reflectografía infrarroja, los rayos X o la fluorescencia ultravioleta.
En 2013, los conservadores del Museo de Arte Moderno de Nueva York, se encontraban analizando una obra que estos poseen del pintor desde 1956, “Le Portrait” (El Retrato, 1935) y descubrieron que bajo aquel bodegón había una parte de otra obra, que, sin dudarlo, se trataba del primer fragmento de La Pose encantada.
Ahora bien, tenemos uno, pero ¿y el resto?, los mismos investigadores del MoMA, pensaron que quizás se encontraran escondidos bajo otras pinturas que guardasen las mismas dimensiones y fecha que este último, una conclusión certera, porque fue de esa manera y al poco tiempo, cuando se descubrieron otras dos partes más, una bajo Le modèle rouge (El modelo rojo) del Museo Moderno de Estocolmo y otra bajo The condition humaine (La condición humana) en el Museo del Norwich Castle, esta última en 2016, antes de que fuera cedida al Centro Pompidou de París, para una retrospectiva del artista belga.
El cuarto fragmento de este rompecabezas, es el que se ha hecho un poco de rogar, hasta que finalmente este lunes, el departamento de Arqueolometría de la Universidad de Lieja (Bélgica), hacia publica la noticia, al encontrar la última pieza, la parte superior derecha, de esta pintura que se daba por perdida, en este caso oculta bajo el lienzo “Dieu n’est pas un saint” (Dios no es un santo) que forma parte de la colección del Museo Magritte de Bruselas.
¿Por qué la destruyó?
Tan sólo un documento escrito y una fotografía en blanco y negro, era lo más que se sabía de la existencia de esta obra, y esta última, al estar datada, 1932, sirvió de fuente de información para al menos saber que en aquel año aún existía.
Según Michel Draguet, el director del Museo Magritte de Bruselas, la pintura nunca llegó a ser firmada por el artista, pues no ha aparecido ningún rastro de ella en ninguna de las cuatro partes, “por lo que si Magritte la destruyó fue porque realmente no la consideraba tan importante”.
Ahora bien, existen además otros porqués, más allá de esa carencia de interés, y es que si nos fijamos bien “La pose encantada” tiene un cierto aire picassiano, que poco se asemejaba a lo que él estaba haciendo por aquella época, así es que lo más seguro, es que el artista belga decidiera cortar el lienzo para pintar sobre él, otras obras con su nuevo estilo.
Además, también se sabe que el pintor estaba pasando un momento de dificultades económicas, pues acababa de regresar de París, ya que la crisis de 1929 provocó el cierre de muchas galerías, donde a menudo los pintores se daban a conocer.
De regreso a su tierra, y con poco dinero, se dedicó al tema de la publicidad, un trabajo que siempre tachó de “inútil”, y que para seguir haciendo lo que quería, pintar, el lienzo que alcanzaba un precio muy elevado, lo más probable es que decidiera destruir algún cuadro si quería seguir pintando.
Esta investigación pone fin a ese halo misterioso que rodeaba el destino de esta pintura, con un nuevo análisis más, por parte de científica Catherine Defeyt, que consiste en reconstruir los colores que utilizó Magritte y demostrar cual sería el aspecto original de la misma.